Hay un dicho popular que me parece que explica claramente qué pasa con la educación tradicional. Se dice que un músico es “muy técnico” pero que “no transmite nada”. Esto explica la concepción dicotómica habitual en la enseñanza del piano. Se enseña con recursos racionales lo que pertenece al campo de lo emocional. La experiencia demuestra que cuando uno se centra en pensar sobre los movimientos que tiene que hacer con la mano, el brazo, los dedos, necesariamente dejar de fluir el discurso musical, porque, como ya dijimos, pertenece a otro registro que es el emocional.
Además corremos peligro de ubicar al alumno en una permanente paradoja de muy difícil resolución porque si toca pensando en como toca no puede dar rienda suelta a la emoción y como queda instalado como axioma que sólo es posible lograr una ejecución perfecta controlando los movimientos, entonces si desea darle paso a la emoción aparece el miedo a la catástrofe por estar desobedeciendo a esta premisa que dice que hay que pensar para tocar.
Uno podrá decir que tal o cual pianista tocan según esta forma y que lo que toca suena muy bien. Y no lo dudamos que será así. Lo que me pregunto, y que y trato de responder, es cuánto gasto de energía insume el paso de un registro a otro: inscribir algo en lo racional y luego tratar de pasarlo a lo emocional.
Nuestra metodología busca inscribir sin más en el registro emocional lo que a él pertenece. Es posible?
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