domingo, 12 de julio de 2009

Defendiéndose

Un problema muy complejo en la enseñanza de la música es la interpretación. ¿Cómo hacemos para interpretar? Es cierto que para poder interpretar tenemos que conocer el código, pero siempre tuve una impresión: que si uno conociera y aplicara todo lo que el código nos brinda, no habría allí una interpretación. Para mí la interpretación trae algo más.
Hace un tiempo bastante largo que me dedico a pensar qué ponemos en juego para que la obra tenga ese algo especial. Arribé a algunas ideas. Primero: que la interpretación no se vale de ningún medio racional, segundo: que la interpretación es una especie de error, tercero que la interpretación se vale de nuestras emociones.
Por qué lo pienso como una especie de error? Porque, según me parece, interpretar es aprender a jugar con lo equívoco del código: correremos una nota un poquito para allá, jugaremos a hacer esperar una nota forte y hacerla sonar más piano, en fin, nuestros artilugios tendrán que estar dentro de un código, pero dichos de una forma que produzca esa sorpresa que se produce al escuchar una obra intepretada de un modo emocionante. No tenemos modo de atrapar todo esto por medio de la razón, en todo caso la emoción excede por mucho a la racionalidad, esa punta de iceberg...
Pero nuestras emociones, como cualquier tesoro, está a resguardo, para que no pueda ser molestado innecesariamente.
Es por eso entonces que me parece que nos valemos de tanta herramienta racional: nos defendemos de nuestras emociones pensando y cuando hacemos eso nos perdemos una parte importante de la materia prima. Estoy diciendo que para tocar un instrumento no hay que pensar?
Por lo tanto le podemos dar forma a nuestras otras dos afirmaciones. De dónde sacaremos eso que haga sonar la obra de esa forma única? De nuestras emociones. Nuestras emociones serán como la brújula, esa que nos irá, si nos dejamos llevar lo suficiente, por ese camino único, como si fuéramos encontrándonos con alguna civilización desconocida. Pero en realidad esa civilización es conocida: son nuestros encuentros y desencuentros, nuestras alegrías y dolores, nuestros fantasmas y nuestros miedos, quienes serán capaces de producir esa conexión. Ese modo único que tendremos de "decir" una obra.


1 comentario:

Alejandra dijo...

Coincido totalmente. Sin emociones, todo producto artístico queda como técnica pura y fría. Saludos