Todos nosotros nos hemos encontrado más de una vez, seguramente, intentando algún recurso para que la clase no se nos "cayera". Un alumno que no está "motivado" nos hace tratar de hacer que el proceso siga funcionando. Es así que muchos hemos creído que el alumno, cuando está en este estado, está aburrido. Y por lo tanto pensamos que lo mejor es hacer que la clase sea divertida, para que el alumno no se aburra y no se vaya.
Creo que a nivel no visible, latente va sucediendo otra cosa, y de eso quisiera hablar.
Según puedo observar, nuestro trabajo en un trabajo de lucha constante contra la frustración. El alumno no se está aburriendo, el aburrimiento es sólo la cara visible de algo más profundo: el encuentro con la dificultad suele generar frustración. Podemos agregar que, mientras se está aprendiendo, el encuentro con la frustración es continuo. El alumno se frustra y se aburre, el profesor se frustra y se enoja. Porque el camino a recorrer es tortuoso la mayoría de las veces. Entonces pienso que a la hora de trabajar, debemos tener siempre en cuenta esto: el alumno viene con una estructura cerrada, estructura que, al proponer el aprendizaje conmovemos. Las reacciones son de lo más varias y el aburrimiento es una de ellas.
En el trabajo deberemos ayudar al alumno a reconocer ese punto de frustración y tal vez ayudarlo, cuando está muy bajo a poder tolerarlo.
1 comentario:
La frustración estaría en relación proporcional a cumplir con las expectativas, no?
Y si se pudiera mirar desde ahí y -no bajar el horizonte a conseguir- pero sí aumentar la conciencia en el "desde donde parto", "desde dónde HOY puedo/podés", no se haría más liviano el camino para el alumno y para quien enseña?
Cariños! Ángeles
Publicar un comentario