lunes, 13 de julio de 2009

Violencia en la enseñanza

Violencia en la educación musical-

Si se me permite expresar un deseo en sentido positivo, quisiera que mis alumnos aprendieran cada día más y mejor. Si pudiera llegar a expresar uno en forma negativa quisiera ayudar a que la violencia no sea mas la moneda corriente en la enseñanza de la música.

Nos encontramos con el fenómeno de la violencia secundaria en la educación musical. La intención de este trabajo va a ser de sentar las bases para pensar en una educación que eduque pero no a costo de manipular y mucho menos de producir maniobras que produzan la desubjetivación del alumno. No hay que tener miedo de repetirse, siempre que lleve a algo nuevo: no hay justificación posible para el maltrato. Pareciera que con mucho esfuerzo se eliminó el castigo corporal pero poco se avanzó con respecto al maltrato psíquico. Es momento tal vez de pensar en dejar de hacer uso del maltrato psíquico.

No es justo que generaciones tengan que reprimir su gusto por la música debido al maltrato recibido en su aprendizaje. No es justo tampoco para nosotros como profesores, porque un alumno desujetivado produce también profunda frustración en el profesor pero resulta que no lo puede registrar debido al mismo mecanismo de violencia secundaria que imprime sobre el alumno. [Produce una profunda frustración que redunda en más violencia y culpa por parte del alumno, tornando así el vínculo en repetitivo, definición de la pulsión de muerte]

A raíz de esto vamos a pensar también que la lectura que vamos a hacer del fenómeno de violencia secundaria en la clase de piano va a ser transferencial, con lo cual vamos a encontrar que el profesor sádico y violento por lo tanto, es o por lo menos fue víctima de esa misma violencia.

Lo que caracteriza el vínculo violento es una cuestión principal: no es registrado como tal. El profesor se cree con derecho a violentar en nombre de la educación y a culpabilizar al alumno y el alumno se siente culpable de no satisfacer la demanda violenta del profesor, pero nunca el profesor se vive como violentador ni reflexiona sobre el vínculo, sino para imprimir sobre él más violencia. Uno recibe muchos años después el mismo testimonio coagulado, un vínculo que no es sometido a revisión, y la naturalización de ese vínculo: “fui educado así porque me lo merecía” “así debe ser la educación”.

Nos proponemos en este escrito demostrar que este tipo de vínculos no es una fatalidad para el aprendizaje, que estos vínculos no son educativos, que no benefician a nadie y que otras formas de educación son posibles. Pero para esto vamos a tener que deconstruír toda una serie de mitologías construídas en torno el aprendizaje, y tal vez revelar algunos contenidos oculltos en la educación musical, que por estar ocultos nos demuestran todo su efecto.

Por último no es intención ahora de ejercer un nuevo modo de violencia secundaria: violentando al violento. Creemos que sólo debemos tratar de mostrar los contenidos de la violencia, que, repetimos, son los que hunden en una siniestra espiral a ambos protagonistas y no a uno solo de ellos.

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